¿Qué son las varices esofágicas?
Las várices esofágicas son venas anormalmente dilatadas que se encuentran en la parte final del esófago, por las que circula parte de la sangre que en condiciones normales debería pasar a través del hígado. Su dilatación es consecuencia de la dificultad del paso de la sangre por el hígado enfermo en la mayoría de las veces por cirrosis. El principal problema de la existencia de las várices esofágicas es el riesgo de rotura y hemorragia que es habitualmente muy abundante y supone una grave complicación, de tal forma que la posibilidad de morir como consecuencia de la hemorragia es del 20%. Asimismo la posibilidad de sangrado es superior en los pacientes con mayor gravedad de la enfermedad hepática.
El desarrollo y crecimiento de las várices esofágicas son progresivos. Cerca del 50% de los pacientes con cirrosis tienen varices en el momento del diagnóstico. Por otro lado, el 5% de los pacientes inicialmente sin varices, las desarrollarán al cabo de un año. Además, cuando las várices son pequeñas, la posibilidad de que aumenten su tamaño de manera significativa es de un 10% cada año. Por último, aproximadamente un tercio de los pacientes con várices grandes sin tratamiento presentan un episodio de hemorragia al cabo de 2 años. Estos datos indican claramente la importancia de esta complicación y aconsejan un diagnóstico y tratamiento correctos.
¿Cuáles son los síntomas?
A excepción de la hemorragia, las várices esofágicas no producen síntomas, de tal manera que para conocer su presencia deben buscarse intencionadamente mediante una endoscopia en todo paciente con diagnóstico de Cirrosis Hepática. La hemorragia por várices es habitualmente muy evidente y se manifiesta por evacuaciones negras (llamadas “melena”) con o sin vómitos de sangre fresca (lo más habitual) o digerida (llamados vómitos en posos de café). Con frecuencia el paciente presenta síntomas asociados a la pérdida brusca de sangre (mareo, sudoración fría, palidez e incluso pérdida de consciencia).
En caso de aparecer hemorragia el paciente debe acudir siempre de inmediato al Hospital para recibir atención médica de urgencia.
¿Cómo se diagnostican?
Para el diagnóstico de la presencia de várices esofágicas es necesaria la realización de una endoscopia digestiva, que consiste en la introducción de una sonda flexible que posee una cámara y nos permite ver el interior del sistema digestivo. La endoscopia permite reconocer no sólo la presencia de varices, sino su tamaño y el grosor de su pared. Se recomienda la realización de una endoscopia en el momento del diagnóstico de Cirrosis Hepática. Si no existen várices en ese momento se debe repetir la exploración cada año. Si las várices son pequeñas, debe realizarse una exploración al año para determinar el posible aumento de tamaño. Si las várices son grandes se debe recomendar iniciar tratamiento aun cuando no haya presentado hemorragia (ver más adelante). En caso de que la primera manifestación de las várices esofágicas sea un episodio de hemorragia la realización de una endoscopia precoz es esencial para el diagnóstico y el tratamiento.
Imágenes endoscópicas de várices esofágicas.
¿Cuál es el tratamiento?
El tratamiento de las varices esofágicas es diferente en cada situación clínica. Se deben diferenciar tres situaciones diferentes.
1.Pacientes con várices esofágicas que no han sangrado nunca. En caso de que en la endoscopia se demuestren várices de gran tamaño se debe iniciar lo antes posible tratamiento mediante ligadura endoscópica. Esta técnica consiste en estrangular las várices mediante unas ligas de caucho colocadas mediante una endoscopia. El objetivo de esta técnica es hacer desaparecer las várices o disminuir mucho su tamaño. Generalmente son necesarias varias sesiones para conseguir este objetivo.
Ligadura de una várice por endoscopia.
2. Hemorragia por várices. La hemorragia por várices es una urgencia médica y su tratamiento debe realizarse de manera precoz y preferentemente en centros con experiencia. En estas circunstancias el tratamiento se debe dirigir tanto al control de la hemorragia, como a la prevención y terapéutica de las complicaciones asociadas. En cuanto al control de la hemorragia, existen básicamente dos alternativas: el tratamiento con medicinas encaminadas a disminuir la presión de las varices y el tratamiento endoscópico mediante ligadura endoscópica o escleroterapia endoscópica. Recientes estudios sugieren que ambas alternativas de tratamiento (fármacos y técnicas endoscópicas) son complementarias por lo que se recomienda su combinación.
Escleroterapia Endoscópica.
Ligadura de várices por Endoscopia.
3.Prevención de nuevos episodios de hemorragia por várices. En pacientes que han sangrado previamente el riesgo de presentar nuevas hemorragias es muy alto (cerca del 70% al año), de tal manera que es esencial establecer un tratamiento encaminado a prevenir este riesgo. Como en el caso de la hemorragia aguda existen dos alternativas de tratamiento: el tratamiento con medicinas y el tratamiento endoscópico. Por último en pacientes con hemorragias de repetición se debe recomendar la realización de una derivación portosistémica.